UNA MANO AMIGA AL PROJIMOComo Iglesia creemos profundamente en la importancia de extender una mano amiga a nuestro prójimo, Jesús nos enseñó los mandamientos más grandes: amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, En este llamado al amor, estamos llamados a ser compasivos, amables y dispuestos a ayudar a quienes nos rodean y que están en necesidad.
La palabra “PROJIMO” no se limitan a los vecinos que viven al lado nuestro, sino que abarca a todos aquellos con los que nos encontramos en dia a dia de nuestra vida. Esto incluyen a los vulnerables, los marginados, los solitarios y a todos los que sufren de alguna manera. Ellos son los que pueden estar enfrentando desafíos físicos, emocionales o espirituales, y necesitan nuestro apoyo y atención. Es a través de nuestras acciones y gestos de bondad que reflejamos el amor de Cristo, al referirnos al projimo y servirles, encarnamos la esencia de ser un seguidor de Jesús, ya sea ofreciendo un oído atento, brindando comida al hambriento, ayudando a los ancianos o consolando a los afligidos, estamos llamados a ser las manos y los pies de Cristo en este mundo. La parábola del Buen Samaritano nos recuerda la importancia de ser un buen prójimo, nos enseña a derribar barreras, extender la compasión sin discriminación y priorizar el bienestar de los demás por encima de nuestra propia conveniencia, cuando ayudamos a nuestro prójimo, demostramos nuestro compromiso de vivir el Evangelio y al manifestar el amor de Dios de manera tangible. En un mundo a menudo marcado por el egocentrismo y la indiferencia, nuestros actos de bondad y apoyo pueden marcar una diferencia significativa, tenemos el poder de restaurar la esperanza, aliviar el sufrimiento y sanar los corazones rotos, fomentando una cultura de cuidado y empatía, creamos una comunidad donde todos se sienten valorados y amados. Seamos, verdaderos seguidores de Cristo, vigilantes en la búsqueda de oportunidades para ser una mano amiga de nuestro prójimo, cultivemos un espíritu de generosidad, desinterés y humildad, que al hacerlo, no solo enriquecemos las vidas de aquellos a quienes servimos y ayudamos, sino que también con estas acciones mostramos que de verdad Cristo vive en nosotros, por lo que forjamos nuestro propio camino espiritual y nos acercamos más al corazón de Dios. |
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